sábado, 15 de febrero de 2014

Las curaciones milagrosas ¿demuestran algo?


¿Prueba una curación milagrosa la providencia o al menos la existencia de Dios? En absoluto.

Se debe partir de la base de que las curaciones divinas son arbitrarias y dependen de lo que Dios quiera curar o no. Si no fuera así bastaría con resignarse a esperar los milagros sin recurrir a la medicina, y hoy en día, salvo los grupos más fundamentalistas, la mayor parte de las denominaciones religiosas utilizan sus “poderes sanadores” como complemento de la acción médica.

Y ahí entramos en otro dilema ¿Por qué Dios cura a algunos y no a otros? ¿Por qué Dios no puede sencillamente curar a todo aquel que lo pida?

Queda descartado entonces que esos milagros prueben la bondad de Dios o su misericordia. Por el contrario, demostrarían un carácter arbitrario y poco confiable.

Nos queda entonces investigar si esas curaciones prueban la existencia de Dios (o de dioses). Incluyo en este aspecto tanto a los enfermos que oran como a aquellos episodios de sanidad protagonizados por ciertos sacerdotes (o su equivalente) que tienen el don de sanidad.

Esos casos no demuestran la existencia de determinado Dios. Eventos como estos son relatados en diferentes religiones. Desde pastores pentecostales a gurúes hindúes, pasando por supuesto por vírgenes o santos católicos e incluyendo también a simples curanderos o grupos que realizan rituales. ¿Cuál de todas estas religiones tendría razón si todas ellas después de todo tienen episodios de curaciones milagrosas? ¿Pero podrían al menos en última instancia demostrar que existe una voluntad superior?

No necesariamente. Es cierto que muchas de esas curaciones no tienen por el momento una explicación científica simple. Pero eso no quita que la vaya a tener en el futuro.

La hipnosis, la sugestión, los efectos placebo, los procesos psicosomáticos, ese tipo de cosas ofrecen una explicación científica satisfactoria para los supuestos milagros. Como seres humanos racionales contamos con sentimientos y emociones, apreciaciones subjetivas que inciden en la salud física. El componente emocional en las enfermedades físicas es reconocido por todo tipo de médicos como un aliciente. En otras palabras, es más probable sanarse de un mal si se es optimista.

Eso obviamente no significa que solo con eso alguien pueda llegar a curarse, de hecho ni siquiera los “sanadores institucionales” (me refiero a pastores y sacerdotes, no a simples manosantas o curanderos) recomiendan entregarse solo a la providencia divina porque implícitamente reconocen esa utilidad limitada de la fe. Simplemente significa que, con un carácter positivo, las enfermedades pueden sobrellevarse mejor.

No nos podemos olvidar tampoco que la humanidad vivió milenios enteros sin la medicina tal como la conocemos actualmente. En los albores de la raza humana las sanaciones eran encargadas a hechiceros. Si bien los testimonios que tenemos no son confiables, no hay porque no creer que en muchos casos esos hechiceros hayan logrado realmente sanar.

Esos conocimientos no institucionalizados anteriores al desarrollo de la ciencia pueden haber persistido en la actualidad. Pueden haberse conservado quizás inconscientemente en la sociedad métodos precientíficos para curar. Pero como ya se dijo, estos métodos resultan totalmente limitados.

Pero no solo son limitados en cuanto a su efectividad sino en cuanto a su alcance. Hoy en día no se ve a Dios curándole a la gente el síndrome de Down u otros retrasos mentales. No se ve a gente cuyos miembros amputados o faltantes desde el nacimiento se generen milagrosamente. Tampoco se ve el caso de resurrecciones luego de varios días, como el caso de Lázaro. Y por supuesto nadie se arriesgaría a probar si la promesa de Jesús en Marcos 16:17 de que los escorpiones y las serpientes no provocarían daño se cumple.


Las curaciones milagrosas en conclusión no demuestran nada.

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